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Nos ha dejado para siempre MICHELE TARUFFO
La Semilla Del Maestro
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Foto en la rectoría de la Universidad de Medellín. 2004

Ayer fue un día realmente triste, porque el alba trajo la noticia tenebrosa, pero esperada, de la muerte de Michele Taruffo. Un día negro, como esos días en que se hace difícil respirar, caminar, pensar y hablar.  Un día, donde hay tanto dolor, que cualquier otro sentimiento se refunde.  La partida al infinito, del gran amigo y maestro, produce sentimientos encontrados: rabia, tristeza, pero también esperanza.

 

Rabia, por un año donde nos hemos visto forzados a vivir o mejor a sobrevivir, en la cárcel del miedo.  Rabia porque no fue posible acompañar a nuestro más querido amigo en su enfermedad, ni a su esposa y también querida amiga Cristina, en su desesperanza, pero peor aún tampoco fue posible despedirlo y acompañarlo a su última morada. Rabia porque un año tan insensato como este, no podía producir un resultado distinto.  Taruffo era un espíritu libre, temerario,  explorador, un espíritu al que le resultaría imposible vivir entre tantas limitaciones.  Por eso se fue y nos queda una gran tristeza. 

 

Cuando se pierde a un gran amigo, se pierde una parte del alma.  Hay algo que se va con él.  Porque es apenas justo, que después de darnos tantas alegrías, risas, chistes, recuerdos, vivencias y experiencias, también tome algo de nosotros mismos.  Es apenas justo, que una de nuestras mejores partes,  se la quede.  

 

Hoy recuerdo al Michele empeñado en hacernos entender la estupidez de las redes sociales, que conjugaba, en la despersonalización de la amistad.  Un Michele que nos divertía con sus vivencias, y que a pesar de crecer entre tantas dificultades y de tener que esforzarse al máximo, como muy pocos seres humanos, entregaba lo aprendido sin egoísmo, por eso disfrutaba haber sido traducido en china, aunque no se lo hubieran informado. Un amigo,  que nunca se cansó de replicar las virtudes de su maestro Denti y de proyectar los mejores momentos vividos con su querido mentor Wróblewski.  Un amigo que nos divertía con el frío de Rusia y la imposibilidad del vodka de contrarrestarlo. Que disfrutaba comer sándwich club, probar comidas exóticas, y que por sobretodo amaba el pisco catedral peruano, al que siempre le decía el postre licuido. 

 

Hoy nos deja ese amigo que nos enseñó que la aventura le da sentido a la vida, ese al que no le importó internarse en Centroamérica a conocer las ruinas mayas en medio del conflicto armado, ese que viajo al corazón de la selva amazónica colombiana varias veces para disfrutar su majestuosidad y que se refundió en ciudad perdida, hasta que lo rescató el ejercito.  Pero la mayor tristeza de la pérdida del amigo, es la pérdida de un ser humano, íntegro y sin prejuicios.  Ese amigo que se enamoró de nuestra ciudad, aunque su embajada le prohibiera venir a visitarla y que sacó lo mejor de nuestro País recorriendo sus ciudades, su selva, los llanos, el caribe, el desierto de la guajira, el oriente y el occidente, donde comió “hormigas culonas” y empacó para llevar a Italia.  En nuestra tierra esa fue su última parada.

 

A este  amigo que tomaba riesgos y que disfrutaba la vida, a ese amigo que con una mueca se burlaba de todo y que te mostró lo espléndido que es vivir, hoy lo despedimos y con honores, aunque se lleve una parte de ti que no podrás nunca recuperar.

 

Sin embargo, detrás de estos sentimientos devastadores, está la pérdida del maestro que deja un gran sentimiento de esperanza.  Taruffo siempre confió en nosotros, en su equipo de trabajo.  Un grupo que él mismo fue configurando.  Creyó ciegamente en nosotros, creyó que entenderíamos sus enseñanzas, que tendríamos la capacidad y el buen juicio de transformar el derecho, el proceso y la prueba.  Y es ahí donde queda un espíritu inmortal. Esa es la semilla del maestro. 

 

Seremos nosotros sus discípulos, quienes asumiremos el continuar sus enseñanzas, el  trabajar sin descanso por la transformación de la administración de justicia siempre al servicio del ciudadano, del proceso centrado en la prueba y en el hecho, más que en la norma, y del derrumbamiento de la verdad real y la verdad procesal, para encontrar simplemente la verdad, como fue su legado.   

 

Su obra está con nosotros y con ella su espíritu resplandeciente.

 

DIANA RAMIREZ

Coordinadora

Red para el estudio del proceso y la justicia

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